De monstruos a belleza: Inquieta Leonora Carrington con su singular pintura

De monstruos a belleza: Inquieta Leonora Carrington con su singular pintura

“Era digno de ver: cincuenta gatos negros, otros tantos amarillos, y luego ella; y no podías estar seguro de que fuera una criatura humana. Sólo su olor despertaba ya dudas al respecto: olía a una mezcla de especias y caza, establo, piel de animal y yerbas” (Leonora Carrington en “Cuando iban por el lindero en bicicleta”)

Es curioso: el surrealismo histórico mexicano está soportado por mujeres. Curioso y justificado, por supuesto: ¿de qué otra manera podía florecer un movimiento tan particular en un terreno tan sedentario como lo era el mexicano en la primera mitad del siglo XX? La reinterpretación artística de la realidad mexicana encontró sus formas más lúcidas en las cálidas y ávidas manos de la mujer.

Cuando Bretón y Artaud escribieron sus manifiestos y memorias sobre viajes y experiencias en México, sin quererlo abrieron brecha para que el movimiento se desarrollara en México. Curioso, de nuevo: mientras la avanzada europea redescubría en la cultura mexicana el material perfecto para la realización de obras surrealistas, el surrealismo mexicano por antonomasia es cualquier cosa menos mexicano; me explico: a excepción de Kahlo, los artistas del movimiento no fueron ávidos por explotar el folclor y cultura vernácula per se; más bien intentaron universalizar el lenguaje, consecuencia de la influencia psicoanalítica y la monarquía occidental.

Leonora Carrington (Lancashire, 1917) se inscribe perfectamente en la encrucijada: su relación con Max Ernst y sus tertulias en el café Les Deux Magots entre la avanzada artística europea le dotaron del contexto y la escuela suficientes para producir una obra monstruosa donde fuera. Después vinieron la ocupación alemana y las crisis de ansiedad y la estadía en un psiquiátrico español y la huida a América: primero a Nueva York; luego a Ciudad de México, en 1943. De su “viaje al otro lado” (haciendo referencia a su crisis psíquica y su experiencia en el internado psiquiátrico) Bretón recoge la mayoría de su interés por la psicosis, la histeria y las alteraciones mentales genuinas para engrosar su statement surrealista: y Carrington fungió como su médium.

La pintora encontró rápidamente cabida en los ámbitos artístico e intelectual mexicanos. El acogimiento y la calidez del país provocaron su naturalización tanto diplomática como social. Con México como el mejor aliado del exilio, Carrington explota, al fin, todo su potencial artístico: su obra pictórica bien podría sintetizar el fin último del surrealismo bretoniano: en sus pinturas hay animales fantásticos, quimeras; hay humanoides, ridículos seres exagerados que señalan la (baja) naturaleza humana; hay alquimia y cuentos de hadas; hay mitos renovados y enrevesados; hay brujas y luces y estrellas y mapas complejos de lo que hay “del otro lado”: si la idea de Bretón sobre el viaje de Carrington fuera acertada, pareciera que la artista fue dotada, desde entonces, con una visa permanente para ir y regresar a discreción, y que de cada viaje se traía consigo una evidencia: hermosa y monstruosa al mismo tiempo. La pintura de Carrington, a diferencia de algunos de sus contemporáneos, no peca de voluntad para parecer surrealista: es inquietante por sí misma.

La obra plástica de Carrington es bien conocida, incluido su trabajo escultórico tardío (que resulta excepcional), y afortunadamente, está otorgándosele cada vez más peso significante en el ámbito nacional e histórico. Leonora Carrington era una artista total: su búsqueda infatigable por diferentes medios de expresión la llevó a desarrollarse, incluso, como una notable escritora: su obra literaria está siendo redescubierta y da cuenta del talento inexorable de la artista.

A cien años del nacimiento de la artista total, y a casi seis años de su muerte, México le rinde tributo a una de sus artistas más importantes y entrañables de las que tenga memoria.— Ricardo Javier Martínez Sánchez para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán