Explora los insondables límites de la manipulación a través de la gráfica

Explora los insondables límites de la manipulación a través de la gráfica

Un artilugio es un armatoste de veladas intenciones, es un mecanismo de engaño, un artificio del ingenio. Si es físico es más fácil esquivarlo. Pero si es un artilugio del pensamiento entonces resulta mucho más peligroso.

Ésa es la esencia conceptual de la obra de Marisol Castro en su exposición “Artilugio”, presentada en la sala ESAY del Museo Fernando García Ponce-Macay y en la cual el grabado se expresa en una de sus múltiples facetas, dada su versatilidad jamás unívoca: la denuncia, el llamado de atención, más allá de la estética o las estéticas.

En “Artilugio”, la función ideológica asume esta vez un mensaje que apunta con el dedo hacia los insondables límites de la manipulación, masiva o segmentada, dirigida o abierta, aunque casi siempre la cúspide visible de un iceberg monstruoso de intereses ocultos, sumergidos en océanos de poder.

El deseo de la autora, según ella misma ha expresado, es proponer un análisis con orientación antropológica y social que surge a partir de su interés “… en la iconografía de las ciudades y sus distintos grupos sociales”.

A partir de lo que observó, registró y documentó en los espacios públicos realizó bocetos y construyó imágenes para traducirlas a un lenguaje gráfico.

Mirada crítica


En sus contenidos hay una clara mirada crítica “… de las tácticas de control social que ocurren en sitios como campañas políticas, empresas multinivel, sectas y espacios públicos”. Esta suma de imágenes que construyó es reunida desde la que ella misma llama “La iconografía de la manipulación”.

Este ejercicio —y llama la atención por tratarse ambas de artistas mujeres— tiene cierta cercanía conceptual con un proyecto de diferente tratamiento pero cuyos contenidos pueden estar relacionados: en 2014, la L.A.V. Míriam Pérez Ballesteros presentó en su proyecto terminal una edición ilustrada de “El arte de la guerra” de Sun Tzu, proyecto en el cual su preocupación era también esta manipulación, aunque principalmente desde el enfoque de los medios masivos, en los cuales encontró una analogía de las estrategias que Sun Tzu propone y las cuales ilustró con técnicas mixtas.

En el caso particular de “Artilugio”, se trata de un aporte particular a la tradición gráfica que en el presente se recupera notablemente en muy jóvenes creadores, como Marisol. Sus contenidos surgen “a partir de la documentación en espacios donde percibo estos procesos de seducción, que fui recopilando durante la investigación en mi bitácora de apuntes y material audiovisual”.

Es decir, la autora prestó atención a hechos como la sumisión de los escuchas a predicadores mesiánicos, la fe en los seudocientíficos de la superación personal o en los vendedores de falsas expectativas de las ventas multinivel, de filosofía descafeinada y esperanzas fincadas en falacias retóricas.

Todo eso y más, observó, están en las estrategias de la manipulación. De ahí que el resultado fuera un heterodoxo repertorio de imágenes que puede incluir al rey de la baraja americana, al personaje central del grito de Munch, a modernas versiones del flautista de Hamelín —los eternos falsos profetas— o al tablero de las serpientes y escaleras. Todo esto en una concepción museográfica sin concesiones al espectador, cuya estructura uniforme y rítmica lo absorben a participar, de alguna manera, en el juego de la propia exposición.

Finalmente, la diversidad de técnicas muestra la búsqueda personal de la joven artista de experimentar en sus propias posibilidades y su pericia personal. El resultado en sus 27 piezas es un trabajo expresionista, de contrastes pronunciados y acentuados bordes, contornos y rasgos. Marisol explica: “Mis intereses radican en la gráfica popular, explorando diversas técnicas, como la xilografía, linoleografía, aguatinta y aguafuerte con un enfoque hacia el grabado al relieve”. Finalmente, su obra no es exclusivamente una serie de imágenes con una idea contenida sino además incluye en una sección una serie de textos o imagotipos con una especie de instrucciones para “productos milagro” plenos de ironía.— María Teresa Mézquita Méndez para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán