Curadora de la muerte: Teresa Margolles, un deceso para inundar la vida

Curadora de la muerte: Teresa Margolles, un deceso para inundar la vida

De nada se habla (porque sí que se escribe) más que de la muerte. Se habla de “Ella” incluso cuando evitamos a toda costa hablar de “Ella”. Hablamos de sus estragos y de sus terribles consecuencias (para los que nos quedamos); de lo importante (y vital, chiste aparte) que resulta mantenernos alejados de “Ella”. Queremos evadirla al tiempo que la invocamos; cuchicheamos y juzgamos como si fuese la persona indeseable que nadie quiere toparse entre pasillos; le seguimos el paso y evidenciamos sus actos y tragedias y tocamos madera mientras alzamos una oración al cielo cuando nos avientan u no de sus paños a la cara. Le damos la vuelta a “Ella”, pero la impetramos en secreto; la desdeñamos como desdeñamos la certeza absoluta, porque son la misma cosa.

Y ante este ejercicio eterno y humano (y frustrante) de fingir indiferencia, la muerte se hace de un pequeño ejército: primero los prepara como testigos; luego como curadores. Teresa Margolles (Culiacán, 1963) es una curadora de la muerte. Sobreviviente del Proyecto Semefo que se creó a partir de su experiencia como técnico forense, parecía evidente que el camino que tendría que labrar en pos de su inquietud de expresión artística no podría ser otro que aprovechar el ambiente orgánico que ya tenía entre las manos.

Lo que al inicio comenzó como una exploración con tintes estético-orgánicos fue adoptando cada vez más peso social significativo: ¿habría otra forma más conveniente de evidenciar y extrapolar los significados sociales de la muerte que la obtenida a través del organicismo?

Quizá sí, pero con poca posibilidad de mostrarse tan poderosa.

En “Vaporización” (2001) una sala es inundada con vapor proveniente del agua que había sido utilizada para lavar cadáveres, previo a sus autopsias. La muerte y sus vestigios inundaban la sala; la gente respiraba la muerte y, así, ésta se postró en sus pulmones; con suerte no se quedó mucho tiempo ahí. Además de la experiencia a flor de piel, deja entrever una reinterpretación sobre la levedad de la vida: su disolución y su inherente desaparición.

En “¿De qué otra cosa podríamos hablar?” (2009), presentada en la Bienal de Venecia, además de lienzos pintados con sangre proveniente de víctimas del narcotráfico en México o joyas realizadas con restos de parabrisas consecuencia de balaceras en el norte del país, expone una obra de grueso impacto: hay una habitación con paredes de un rojo intensísimo; un hombre contenido en ésta se encuentra limpiando el suelo, sin parar, lo hace con dedicación mientras intenta, infructuosamente, enjuagar su fregona: el piso está lleno de este líquido rojizo y medianamente diluido que el hombre intenta limpiar; los espectadores ya no tienen opción: la sangre (recogida previamente de dos sucesos violentos relacionados con el narcotráfico en Chihuahua y Sonora) les manchó los pies y les inundó el olfato y la llevarán impresa en sus zapatos hasta que se diluya, como la muerte. Esa impresión es sencilla de quitar: la impresión mental no.

A Margolles le interesa la muerte, eso está claro; pero le interesa más el impacto social que provoca su evidencia o su ausencia o su evasión. A lo largo de su obra nos recuerda, constantemente, que no importa cuánto cerremos los ojos ni cuánto nos lavemos los pies: la muerte está ahí, impregnándonos y más nos vale ponerle atención y abrazarla, pues no hay voluntad que pueda contra “Ella”.— Ricardo Javier Martínez Sánchez para “El Macay en la cultura”

De un vistazo

Perfil


Teresa Margolles es en la actualidad una de las artistas conceptuales mexicanas más reconocidas en el medio. Su obra se ha expuesto en la Bienal de Venecia y en países como España, Suiza, Estados Unidos, Alemania, Brasil y Australia.

Fuentes: Diario de Yucatán