Vlady, historia de una confrontación

Vlady, historia de una confrontación

Exposición sobre el artista a diez años de su deceso 

La manera de trabajar, vivir y pintar de Vladimir Kibalchich Russakov, mejor conocido como Vlady, es, de acuerdo con la crítica de arte Berta Taracena, la mejor gramática para entender su obra e intensificar su goce estético.

La historia detrás de aquel personaje con bigote de puntas caídas, patillas largas y deliberado vestuario a la rusa presenta una narrativa de fugitivos, disidencia y por supuesto del logro de una expresión libre y auténtica.

Desde su nacimiento, ocurrido el 15 de junio de 1920 en Petrogrado (actualmente San Petersburgo), hasta su lamentable fallecimiento, la vida del artista ruso-mexicano estuvo ligada íntimamente con la confrontación y las revoluciones. En 1936 Vlady y su familia logran salir de Rusia y se establecen en Bruselas y más adelante en París. Es en esta última ubicación que estudia en la Academia de Artes Gráficas “Paul Colin” y en la Académie de la Grande Chaumière. Más adelante (1941), él y su padre, Víctor Serge, logran embarcarse en el buque Captain Paul-Lemerie. Después de largas tribulaciones llegan a Mérida, para posteriormente viajar en avión rumbo a la ciudad de México. Es así que empieza una nueva etapa como creador insertado en los problemas de su arte y su tiempo.

A partir de 1945 participa en numerosas exposiciones individuales y colectivas entre las que destacan la primera y segunda Bienal de París, Confrontación 66, la Bienal de Sao Paulo y la Feria Mundial de Osaka. Con el tiempo se convertiría en un pintor de la epopeya de singulares imágenes integradas a través de tres culturas: la rusa, la francesa y la mexicana. Para él la pintura tiene reglas de corte científico: “Ninguna obra auténtica puede nacer de una pintura entubada de fabricación industrial”. De ahí que durante su trayectoria artística emprendiera una búsqueda sobre la materialidad del color. Su legado, en palabras del doctor Claudio Albertani, director del Centro Vlady, es precisamente “la aventura del color, la libertad y la lucha contra el totalitarismo en todas sus expresiones”.

1947 resulta un año de contrastes para Vlady: contrae matrimonio con Isabel Díaz Favela, comienza a pintar “La escuela de los verdugos” (obra inacabada en la que trabajó durante toda su vida) y fallece su padre. Dos años más tarde adquiere la nacionalidad mexicana. Después de un viaje de estudios por Europa, se integra a la Generación de la Ruptura y participa en la fundación de la Galería Prisse (1952) y la Galería Proteo (1954), centros de reunión de los primeros artistas que generaron el movimiento en México.

Vlady, al igual que los artistas de su generación, vive de una manera diferente la Ruptura. Para él fue un momento de revolución en su experimentación a través de diferentes estilos pictóricos. Así, transitó de lo figurativo a lo abstracto, para volver de lo abstracto a lo figurativo, sin abandonar su toque surrealista. En 1970 renuncia al Salón Independiente y rompe definitivamente con la vanguardia mexicana dejando de exponer en galerías. En 1973 inicia el conjunto muralístico de la Biblioteca Lerdo de Tejada, “La Revolución y los elementos”, uno de los proyectos que sintetiza sus reflexiones y su práctica estética.

Vlady fallece el 21 de julio de 2005, en su casa-taller de Cuernavaca, a escasos días de recibir la Medalla Conmemorativa del Palacio de Bellas Artes y en el proceso de la publicación “De la Revolución al Renacimiento”, uno de los libros fundamentales para la profundización del conocimiento mexicano-vladiano.

En el Centro Vlady

A dos años de su partida se inaugura el Centro Vlady en el Distrito Federal, recinto cuya misión primordial es la conservación, documentación, investigación, exhibición y difusión de la obra del pintor, lo cual incluye la creación del catálogo razonado. Esta instancia dependiente de la Universidad Autónoma de la ciudad de México (UACM) rememoró su legado el pasado jueves 3 con una exposición sustentada en el primer estudio iconográfico del pintor mexicano: “Demonios revolucionarios”.

La curadora Silvia Vázquez Solsona identifica las fuentes visuales del pintor y construye una interpretación que invita al espectador a mirar de una nueva forma sus cuadros y sus murales. Destaca un andamiaje invisible que gira en torno a la Revolución Rusa y al misticismo contenido en una de sus frases provocadoras: “Soy ateo, pero todos los días hablo con Dios”. Para la realización de esta exposición se revisaron 318 cuadernos resguardados en el recinto y se seleccionaron unas quinientas imágenes, dibujos, textos y bocetos de los cuadros, óleos, grabados, acuarelas… Demonios y seres sobrenaturales en aparente caos son organizados en cinco bloques temáticos: “La catástrofe”, que identifica algunos elementos reiterativos (el piolet, por ejemplo) a través de los cuales el pintor va creando un lenguaje propio; “El cerebro colectivo”, que representa la barbarie de la racionalidad pero, al mismo tiempo, la posibilidad revolucionaria; “La mujer como artefacto subversivo”, en donde se aprecia cómo Vlady nutre su lenguaje pictórico de las narrativas de Eva, Lilith, Salomé, Lucrecia, las Sabinas…; “Bestiario”, que muestra cómo las imágenes de Vlady no provienen únicamente de una imaginación desbordada, sino de una mirada erudita que retoma diferentes figuras mitológicas (centauros, calibanes, uróboros y varios seres monstruosos) y “Un ateo que habla con Dios”, que enfatiza su lado místico.— Addy Cauich Pasos para “El Macay en la cultura”

Exposición Vlady

El Centro Vlady del Distrito Federal rememora el legado del pintor ruso-mexicano.

“Demonios revolucionarios”

La exposición estará abierta hasta el 30 de noviembre en Goya 63, colonia Insurgentes-Mixcoac.

Tres grandes temas

Cuarenta años de la vida del pintor se articularon en tres grandes filones: el bolchevismo, la mitología griega y la tradición cristiana ortodoxa de los pueblos eslavos.

 

Fuentes: Diario de Yucatán