La Arquitectura como identidad construida

La Arquitectura como identidad construida

Recorrido por el diseño y el arte de la modernidad

El vasto, diverso territorio de la Arquitectura, disciplina humana ya milenaria, ha encontrado en cada país, o por lo menos eso es lo deseable, su propia expresión y su propia voz. En el caso de los territorios colonizados en todo el orbe, desde los asentamientos romanos en el mapa del mundo antiguo hasta nuestra América y sus jóvenes países, la colonización se manifestó plenamente en la obra construida y, una vez independientes, las naciones procuraron y fomentaron la expresión de sus creadores y la definición de una identidad libre.

Esa identidad y su hallazgo y definición es el leitmotiv de nuestro tema de hoy: en el contexto del FIC Maya 2014, dedicado precisamente a la Arquitectura, fue inaugurada, como ya expuso oportunamente la columnista Aída Barrera Pino en este mismo espacio, la magna exposición “Arquitectura en México 1900-2010. La construcción de la modernidad. Obras, diseño, arte y pensamiento”, que recorre 110 años de trayectoria arquitectónica de nuestro país. A través de fotografías, maquetas, dibujos, muebles y diseños, entre otros objetos, se visita, de las salas 6 a la 14 del Macay, este vasto proyecto curatorial que gozó de la promoción y respaldo del Conaculta y Fomento Cultural Banamex. La exposición tiene una extensión y diversidad tal que una referencia escrita en unas cuantas líneas no es suficiente más que para estimular y recomendar al espectador su visita y recorrido, al término de la cual seguramente obtendrá sus propias conclusiones sobre esta expresión artística.

Edificios públicos, casas particulares, hoteles, iglesias y otras construcciones religiosas, instituciones educativas y complejos comerciales cobran volumen en ese magnético mundo en miniatura que son las maquetas y que el visitante puede observar desde una perspectiva generalmente imposible. Sin embargo, la muestra incluye también dibujos y planos que acercan aún más al proceso creativo del arquitecto y a su imaginación que magnifica y determina los espacios.

En la sala 8 Bis, por ejemplo, se puede observar la maqueta de las torres de Ciudad Satélite (1957), obra de Luis Barragán y Mathías Goeritz, así como también la maqueta (en la que se destaca el “paraguas” del interior) y un dibujo a lápiz de la planta de conjunto del Museo Nacional de Antropología (1964), obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y edificio emblemático de su tiempo. Con ella, la maqueta del Museo Diego Rivera-Anacahualli (1957), de Diego Rivera y Juan O’Gorman y, sobre todo, de sumo interés es la notable maqueta del plan maestro para Ciudad Universitaria, signado por los arquitectos Mario Pani, Enrique del Moral, Salvador Ortega, Juan O’Gorman, Juan Martínez de Velasco y Gustavo Saavedra.

De sumo interés son también los muebles, pintura, grabado y carteles entre otros objetos presentes en la muestra: la historia del diseño contemporáneo se espeja y reescribe en sillas, sillones, mesas, carritos de servicio, escritorios y mesabancos escolares, entre otros, en los que si bien de pronto se identifican influencias como la Bauhaus, el Art Decó o el Art Nouveau, también se reconocen planteamientos de nuevos materiales, nuevos giros a la norma y a la forma e innovadoras propuestas estéticas, funcionales y utilitarias.

En la sala 9 se puede observar el conjunto de elementos, obra del arquitecto Eduardo Terrazas, que compuso la imagen del Pabellón de México 1968 presentado en la XIV Triennale de Milán, el mismo diseño de identidad de los Juegos Olímpicos de 1968. En el mismo espacio se presentan el cartel oficial y los demás elementos distintivos de los polémicos juegos de 1968 que fueran ensombrecidos con la matanza de Tlatelolco.Este precedente trágico y dos acontecimientos más: la crisis socioeconómica y los terremotos de 1985 signan las tendencias de un siguiente período llamado de la Nueva Monumentalidad (1969-1989). Así, en los años setenta tempranos sobresalen nombres de profesionales como Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky con obras como la Embajada de México en Brasil (1975) y el edificio de El Colegio de México (1976), muy diferentes entre sí. Y en este período por supuesto sobresale la presencia de los artistas de la generación de la Ruptura y su impulso al cambio estético y de pensamiento en un México que habría de dar grandes zancadas en pos de un progreso aún no consolidado y hoy nuevamente amenazado por la crisis de seguridad y estabilidad. En el mismo espacio hay también un dibujo de Helen Escobedo realizado a lápiz de color que ilustra el Centro Escultórico de la UNAM y lo llama “El Centro Escultórico en glorioso Technicolor” (1979).Ya en las salas 10 y 11 observamos nuevos proyectos en los cuales los espacios inmuebles se redimensionan, se elevan y también se localizan en entornos del interior del país y no sólo en la capital. Un ejemplo podría ser, de los arquitectos Legorreta, el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (Marco) obra de 1991. También destacan las intervenciones artísticas como el mosaico de azulejos de Vicente Rojo en el Centro Nacional de las Artes (1994).

En las salas siguientes se puede conocer incluso el trabajo de arquitectos yucatecos como Augusto Quijano, Javier Muñoz y Mario Peniche y hacer un recorrido por una sala dedicada a importantes ediciones dedicadas a la arquitectura mexicana. En suma, la diversidad y extensión de la exposición lleva al visitante no sólo por un instructivo recorrido, sino también por una concluyente reflexión sobre hacia dónde irá nuestra Arquitectura en las siguientes centurias y cuál es la identidad de los creadores de los espacios emblemáticos del país.- María Teresa Mézquita Méndez

La diversidad y extensión de la exposición lleva al visitante no sólo por un instructivo recorrido, sino también por una concluyente reflexión sobre hacia dónde irá nuestra Arquitectura

 

Fuentes: Diario de Yucatán