The crying boy project

The crying boy project

The Crying Boy Project de Christian Núñez (Rojo Siena Editorial, 2014) aborda tres temas fundamentales: la fe, la culpa y el perdón. La obra consta de tres secciones —Cameos Metafísicos, From/to Poems y Lullabies For Sleepwalkers— donde desfilan personajes históricos, bíblicos y artísticos bajo situaciones límite. El libro cierra cuatro años de escritura con una buena dosis de lirismo, ironía y oblicuidad. A continuación, reproducimos íntegro el prólogo a la primera edición, a cargo del poeta zacatecano Javier Acosta.

CHRISTIAN NÚÑEZ Y EL CAMEO METAFÍSICO

(1)
La poesía de Christian Núñez ha sido para mí una experiencia in extremis. Me explico: siempre nos desplaza al extremo, al límite. Cuando una obra literaria comienza por el desenlace, decimos que comienza in extremis. Para mí, todo lo que comienza por el desenlazarnos es poesía. La poesía es desenlace. Ello significa que la poesía nos libera de lo que neciamente somos, nos desata. Afloja los lazos —los nudos— de nuestra vida automatizada —nos des(a)nuda. Así es esta poesía in extremis —poesía del fin de cada cosa, para hacer referencia al último poema de The Crying Boy Project. Vuelvo a explicarme: Núñez nos conduce al extremo, pues su intención sabe tensar la cuerda del poema. Brevedad de la forma, intensidad del decir.

(2)
En el límite en que la forma se vuelve imagen y la imagen padecer y el padecer idea (idea de la poesía y del mundo): ahí fue puesto este libro. Las estrategias de Christian Núñez son de una fatal ligereza. Elencos imposibles para poemas necesarios: Buster Keaton y Hitler, Francis Bacon y Jonás, Sansón y René Magritte. Las referencias son en apariencia cinematográficas, bíblicas, artísticas, históricas; pero desbordan estos ámbitos. En ellas hay siempre algo de ficción y de verdad autorreferencial, como en «Dostoyevsky’s Moleskine»: “Gente de todo el mundo/ Que está sufriendo/ que está llorando/ Y nada la puede consolar// Derriben este poema.” Habrá alguien entre los lectores que no pertenezca a esa turba de los inconsolables. Yo no. Habrá alguien a quien este poema no le ataña personalmente. A mí me atañe. Llamado a la destrucción del poema: desde la lectura, dentro del poema, en el poema.

(3)
Por esta razón le viene bien el término cameo a esta colección —tú sabes, el cameo es la aparición de una persona que hace de sí mismo en una película, por ejemplo cuando aparece Stan Lee en las películas protagonizadas por los personajes que él mismo ha creado; es algo así como si un dios apareciera representando a un personaje más en el gran teatro del mundo; como si el poeta apareciera, actuando de sí mismo, dentro de sus poemas. Un cameo es un guiño de realidad dentro de la ficción: “Sombras que se inclinan/ Para darme un beso/ Díganle/ Que vuelva”. Aquí aparece Hitler, haciendo de sí mismo en un poema. Aquí aparece Sansón con sus lustrosos músculos, destructores de templos. Aquí aparece también el lector, como parte del poema, como un elemento más que surge del poema.

(4)
Los versos de Christian Núñez apuestan y apuntan. Apuestan siempre el resto, dicen “va mi resto”, en cada poema. Su poesía es como una escopeta, dispara dos proyectiles a la vez, ambos certeros. Uno te da en la boca del estómago y otro en la nuca. O puedes pensarlo de una manera más convencional: uno te da en el corazón y otro en la frente. Pero esta poesía nada tiene de convencional. Me hacen recordar los métodos para aprender idiomas, ese método que había en mis tiempos, el de la inmersión total; inmersión total en la palabra, en su mundo y sus direcciones. A partir de ahí, un valioso equilibrio es obsequiado. Raro equilibrio entre la pasión y la idea —el pathos y el eidos.

(5)
Brevedad, y en la brevedad repetición. Anáfora (letanía) del desplome. Jaculatoria de la desesperanza —otra vez— de los límites. Estribillos de la devastación (esto lo quise escribir desde el principio). Quizá por ello nos sentimos como en nuestra casa cuando los leemos: casa de la desolación, hogar a la intemperie, abrigo en el desamparo: “No sabías nada del negocio de los monstruos./ Y deseabas que un monstruo te abrigase. / Y llorabas por ello. // Ven a mí.”

(6)
Venimos al mundo a nada. Esa es la revelación que nos ofrece la poesía. Vamos hacia un solo lugar, hacia el desierto: ese lugar vacío de dioses. Pero tal revelación no es banal. Es también un modo de iluminación. Luz negra; luz cruda y compasiva. “Hacia la luz/ Hacia la noche absoluta” como escribe Christian Núñez. Desde el desenlace hasta el desenlace; “de la nada a la nada, pasando por el nadie”, como escribió Bernardo Soares/ Fernando Pessoa en su célebre Libro del Desasosiego. En The Crying Boy Project tampoco hay lugar para el reposo. El título es irónico, falsamente sentimental, acertadamente elusivo. Aquí la concisión es contundencia. Concisión que es levedad y enigma. Contundencia que produce la rajadura y la revelación. Rajadura vital, revelación poética.

(7)
Bienvenido lector, a este libro, a su intemperie.

Javier Acosta,
octubre de 2013. 

Fuentes: Conejo Belga, Origama, Wherevent, Yucatan Today