Timo es expresivo aun sin tener cara

Timo es expresivo aun sin tener cara

Las esculturas de Rodrigo de la Sierra te esperan

Los rostros son muy malos mentirosos. Se sabe que cuando el entrecejo se frunce hay enojo o preocupación. No es necesario preguntar por la tristeza o la alegría al arquearse la boca como una luna o una balsa.

Incluso los ciegos reconocen los sonidos que hacen las caras sorprendidas. ¿Debe decirse que un rostro que no posee más que una nariz y unos puntitos a manera de ojos es inexpresivo? ¿Podría ocultar sus emociones y sus mensajes? ¿Conseguiría una expresión que no sea sincera? ¿Nos podría timar?

Cuando el rostro se queda gélido, el cuerpo se convierte en teatro. El cuerpo también deja expresar. Un cuerpo, una vez que se encuentra en el espacio, interactúa de alguna manera con él, incluso si solo permanece de pie, estático. Un cuerpo, una figura humana puede flexionarse y buscar su reflejo bajo sus pies, como mirando un charco; puede también subirse a una escalera o trepar hasta la cima de un bote. Una escultura con cuerpo de humano puede reposar en medio de una sala, leyendo un pequeño libro, dejando que su sombra descomunal haga el resto. Un humano escultórico, como Timo, puede sentarse en una gran silla, o pelear la resistencia de una soga con la muerte, o abrazar una esfera que se resquebraja en la palma de su mano. Timo, el personaje del escultor mexicano Rodrigo de la Sierra, expresa infinidades sin cuidar siquiera el volumen del pestañeo.

Uno entra por cualquiera de los extremos del Pasaje Revolución y vislumbra grandes presencias juguetonas. Timo tiene cabeza de forma sencilla. Apenas ve, porque sus ojos son pequeños. No tiene boca. Un bulto discreto simula una nariz. ¿Respirará? No lo sabemos. Pero definitivamente hay vida rodeándole cuando se le observa. La creación de Rodrigo de la Sierra se expresa a través de su corporalidad y de las situaciones en que es presentada. La sensación es la de una escultura dinámica que se manifiesta en múltiples escenarios significativos. Este personaje es un Dédalo que mira desde lo alto con sus alas bien puestas. Es también un piloto a punto de despegar en su avión de papel. Timo navega en una barca y mira el horizonte mientras busca el equilibrio en los peldaños sólidos de una escalera que ladea. En todos estos casos mantiene el rostro sereno, pero, ¡oh!, no podemos pasar de lado como si fuese una pared en blanco.

Timo es irremediablemente expresivo; la sala 9 del Museo Fernando García Ponce-Macay puede comprobarlo. Si las afueras del recinto pueden hacer convivir cinco escenarios distintos, el interior devela otras once posibilidades de ver a Timo en acción. Rodrigo de la Sierra ha depositado en sus esculturas de bronce la magnífica labor de traslucir emociones complejas a través de figuras sencillas.

El resultado son distintos mensajes escultóricos cuya expresividad se encuentra en la acción realizada, así como en las texturas y los artefactos que acompañan al grácil personaje.

Es grosería dejar esperando a Timo al interior del museo y en el Pasaje Revolución mientras él lo espera a usted (en enero del 2020, se irá de Mérida en su avión de papel). Recomiendo lo siguiente al ir a buscarle: si Timo se encuentra impávido sobre una superficie, no se fije en el rostro; mire las manos y las texturas que encuentra. Mírele hasta la sombra. Si Timo corre, sígalo; vea su espalda en posición de carrera o de reposo, vea cómo se encorva tras una larga espera y al alejarse de un artefacto que prometía la felicidad (pero no se advertía cómo ni por cuánto tiempo). Intente sentir de la misma manera rodillas y pies: la figura del cuerpo es importante, y puede leerse como se leen unos labios: ambos pueden ondularse. Mire con detenimiento todas las cosas que caigan en el tacto de Timo. Búsquelo a través de las ranuras. Véalo como un reflejo con cuerpo de aleación metálica. Timo puede ser descrito de cualquier manera, excepto como alguien inexpresivo. Timo no tima, ni es tímido. Intente registrar cuántas sonrisas le provoca, así como el número de pensamientos que le induce un personaje tan de bronce, pero tan vivo y sincero. Los rostros, al final del día, salen sobrando.— David Mayoral Bonilla para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán