Un encuentro con once años

Un encuentro con once años

El Macay se abre a las expresiones más novedosas

Dejé la ciudad de Puebla guardada en una caja en mi armario hace más de tres años. El volcán Popocatépetl es una migaja que se perdería como un arete entre la multitud del mar, que conocí aquí por vez primera. De mi tierra natal conozco el frío constante; de Yucatán, el invierno que a veces llega. Todo esto lo encontré sin buscarlo, y lo recibí como se reciben las buenas noticias cuando ni siquiera se ha comprado el periódico.

Existen, y es lo que quiero decir, puntos de encuentro con lo insospechado. Yo, que no conocía el mar, podía imaginarlo para jugar con sus olas durante el verano. Pero el mar de mi mente estaba seco. Mis pies fríos pedían algo que no conocían. ¿Cómo puede desearse, sin embargo, algo que no se conoce? Por el simple deseo de conocer.

La Generación de la Ruptura, ese grupo de mujeres y hombres artistas de los años sesenta que se animaron a imaginar con las manos, asumió el reto de hacer visible un arte nuevo al público. Desde entonces han pasado décadas. No ha dejado de producirse arte. ¿Han dejado de haber espacios para la exhibición de arte nuevo? Y más aún, ¿hay público para llenar estos espacios?

Y es que el público es parte fundamental para el desarrollo del arte y del artista desde el momento que se entera de su existencia. Es el público quien finalmente decide si asistir a un museo (o cualquier otro centro cultural) o no, si dejar el arte para después de la cena, o anticiparse a él y buscarlo desde su nacimiento en las calles, academias o talleres.

¿Cómo hacer que el arte, siempre distinto, dialogue con un público por igual variado? Pues bien, brindando el espacio correcto para encontrar a los unos con los otros. Punto de Encuentro, un nombre inmejorable para un espacio donde artistas y proyectos culturales y artísticos interactúan con las personas que miran, sea por curiosidad o genuino interés. Público y artista conviven con la cercanía que rebasa la del lienzo en una sala. Una vez al mes, las disciplinas artísticas emergentes están de fiesta en el Macay, dispuestas a la reunión con el público.

La importancia de cualquier proyecto de promoción cultural y artístico consolidado, entre los que destaco Punto de Encuentro, radica en hacer visible y comprensible una parte esencial de la sociedad que parece, a ratos, demasiado lejana. Se sigue haciendo arte, claro que sí, solo que se hace también en nuevos formatos. Las ideas cambian a través del tiempo, y cambian con ello la manera en que se expresan. Punto de Encuentro reúne estas nuevas expresiones para presentarlas ante un público, no con el afán de imponer una noción acerca de lo artístico, sino por el camino de desarrollar interés, esas ganas de explorar lo que todavía nos es extraño o novedoso.

Hace once años, el Macay guardó en una caja los candados y las rejas, y los metió a lo más profundo del armario, y abrió sus posibilidades como se abre la boca cuando pronuncia nuevas palabras. La iniciativa de Leonor Chávez, Diana May y Lizette Abraham tiene hoy raíces muy profundas.

Gibrán Román Canto, actual coordinador de Punto de Encuentro, me dijo que apreciar la evolución de los artistas que alguna vez se presentaron como parte del programa es una recompensa invaluable.

Y yo, que apenas conocí el mar hace tres años, sigo descubriendo maravillas igual de grandes y diversas cada vez que el Punto de Encuentro se organiza. Dejemos de extrañar Da Vinci’s que nunca vimos ni veremos. Dejemos de buscar los frescos en el techo de la Capilla Sixtina como si fuese la única pintura en el mundo. Vayamos a conocer el arte que también nos espera. Encontrémonos con la novedad sin el miedo del prejuicio. Entonces veremos el arte con la claridad del agua y su sombra.

La convocatoria siempre está abierta para los artistas que deseen sumarse a las más de 100 presentaciones —120 al momento de escribir esta columna— y a los más de 21,000 asistentes que han disfrutado del encuentro artístico. Envíen a la dirección de correo electrónico medios@macay.org el proyecto descrito con los requerimientos para su ejecución, la semblanza de los participantes y su currículum. La promesa es un nuevo encuentro entre público, arte y artista cada mes en el Macay. Estén al pendiente de la página en Facebook y en Instagram, así como en el sitio web del museo.— David Mayoral Bonilla, para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán