De Cuevas y gigantes

De Cuevas y gigantes

El museo de José Luis celebra su 27o. aniversario

Podría llenar de números las páginas y mentirles con la verdad. Está en mi poder dictarles fechas y hacer triste la efeméride; una cita lúgubre para ciegos y sordos.

Puedo contarles lo que encontrarán en cualquier ficha de información: el Museo José Luis Cuevas como tal se inauguró el 8 de julio de 1992, dejando atrás el uso religioso del Convento de Santa Inés y, después, el de almacén de textiles. Hoy cuenta con un acervo de más de 1,860 obras, firmadas por manos de 31 países repartidos por el mundo.

Viven entre las actuales paredes del museo, ya sea con pseudónimos o nombres, más de 280 artistas, de los cuales 108 son mexicanos: desde Picasso hasta Felguérez, Gironella y, de los García Ponce, Fernando, pasando por Vicente Rojo, Joy Laville, Francoise Gilot (y hasta por Rembrandt), todas las historias en el recinto siempre retornan a José Luis Cuevas. Mi deseo es que se engrandezcan las páginas de este espacio para presentarles reunidos tanto a “La Giganta” (1991) como el “Autorretrato caminando” (1976) del artista visual capitalino.

Puedo darles más números impresionantes, y ustedes pueden fingir sorpresa si usan la imaginación. La escultura de pie en el patio central, “La Giganta”, apenas mide 8 metros de alto y pesa 8 toneladas. La otra obra, el autorretrato, cabe en un bolso de mano. ¡Cuidado con no doblar el papel del maestro Cuevas! Como cualquier otro lienzo, observa y siente, vive.

Recordaré números convertidos en pérdidas: 3 de julio de 2017. Pero ninguno de estos dígitos basta para dar con algo espectral como la memoria. Una efeméride debería componerse de experiencias. Duele obligarse a memorizar fechas sin sentirlas por donde pasa la sangre.

La mentira verdadera es que allí, en el edificio donde antes se colgaban trapos, ahora se cuelgan cuadros. Así ha sido durante casi una treintena. Allá por los años setenta de los mil novecientos, José Luis Cuevas, ya considerado maestro y con fama rubendariana, poseía una colección de arte tan extensa y diversa como Latinoamérica misma, de donde le vinieron todas estas muestras.

La bodega del Museo Carrillo Gil sirvió para resguardar las piezas (venidas por intercambio, compra u homenaje) durante un tiempo. Pero el acervo era colosal, pedía un lugar propio. El coleccionista le buscaría entonces un lugar idóneo. Al final, custodiado por su deseo de permanecer en el corazón de su natal Ciudad de México, Cuevas se decidió por revivir el esqueleto arquitectónico cercano al Zócalo. Inician las obras de restauración en 1988.

Cuatro años pasados, el ex Convento de Santa Inés muestra al público las obras enmarcadas del autor, y también las esculturas, los grabados y las letras; existe, desfigurado, el rostro de Cuevas, aquí y allá, en forma de retrato y autorretrato, de obscenidad y de memoria. Hay erotismo en flagrante aparición; “el acto creativo es un acto erótico –palabras del artista a María Olvido Moreno, durante 1994–, y el arte es provocar y transmitir emociones”. ¿Qué caso tiene que les traiga yo los números, si no puedo traerles el arte?

“Contra ese México ramplón, limitado, provincianamente nacionalista, reducido a su alcance, temeroso de lo extranjero por inseguro de sí mismo, contra ese México me pronuncio”, escribe Cuevas, desde “La cortina de nopal” (1988), como efeméride en su propio presente para evitar el extravío, el capricho en la adversidad contra quien solo le conocía un rostro al país. ¿Quién se había dignado a mirar la espalda de La Patria? Camarena la quiso pudorosa; Cuevas la deseó monumental. Y ya no solo gigantesca: la planeó apátrida, sin fronteras de cuerpo ni de nación. A “La Giganta” hay que verla con las manos de la mente, como lo hizo el artista destructor de murales. Solo entonces cobra relevancia el peso y la altura de una estatua convertida en símbolo del nuevo arte libre. La “ruta única” de Siqueiros amaneció perdida.

Se dice que José Luis Cuevas lleva poco más de dos años entristecido por la tierra. Los números, insisto, mienten. La grieta persiste, y por ahí asoma el arte. No fallece, ni es olvidado, un fundador de cierta patria sin fronteras.

En este museo, situado en La Academia 13 del Centro Histórico de la Ciudad de México, hay Cuevas y otros gigantes.— David S. Mayoral Bonilla para El Macay en la Cultura

Más información

Toda la información presentada aquí, incluyendo la lista de artistas con piezas expuestas en el Museo José Luis Cuevas, y otra tanta ausente, pero valiosa, está disponible en la página http://www.museojoseluiscuevas.com.mx

Fuentes: Diario de Yucatán