Rosario Castellanos, voz de la mujer y los marginados

Rosario Castellanos, voz de la mujer y los marginados

Apuntes sobre la autora a 94 años de su natalicio

Rosario Castellanos, una de las escritoras mexicanas más reconocidas a nivel nacional e internacional, no podía nacer sin ser libre.

Chiapas legalizó el voto de la mujer y su reconocimiento con los mismos derechos políticos del hombre en todo el territorio estatal el 20 de mayo de 1925; Rosario se presentó a Ciudad de México un 25 de mayo de ese año para ser trasladada inmediatamente a Comitán, Chiapas, donde vivió toda su infancia libre y con derechos.

A 94 años de su natalicio podemos recordar que Rosario muy joven comenzó a publicar su obra en la “Revista Antológica América”, dirigida por Marco Antonio Millán y Efrén Hernández. Con este último formó parte del Grupo de los Ocho Poetas, donde Rosario abordó la poética de la meditación.

De igual manera es considerada dentro de la Generación del 50, se distinguía por su reflexión crítica sobre la mujer mexicana y la presencia de la cultura indígena contemporánea.

Como escritora conquistó todos los géneros, pero principalmente la narrativa, el ensayo y la poesía. Su obra es reconocida por ser muy personal y exponer constantemente los diálogos y contradicciones que tiene con ella misma. Uno de sus grandes cuestionamientos fue la condición de lo “femenino”, tanto dentro como fuera de la literatura.

En sus ensayos discutía sobre la reivindicación de los derechos de la mujer y su planteamiento giraba en torno a negar lo femenino como una condición dada por la sociedad y lo defendió como una construcción personal, que requiere cuestionamiento. “Mujer que sabe latín… no tiene marido ni buen fin”, esta frase aprendida de la abuela de Rosario inspiró a la escritora a tener reflexiones sobre la feminidad y poner en relieve la condición de mujer haciendo cuestionamientos de fondo en “Mujer que sabe latín…” (1973). En la obra de Rosario no es práctico pensar en la mujer como en un género, sino como una persona, cuya única obligación es descubrirse a sí misma.

Si bien se consolidó en la literatura como poeta, su primer libro fue la novela “Balún Canán” (1957), que junto con “Ciudad Real” (1960), su primer libro de cuentos, y “Oficio de tinieblas” (1962), su segunda novela, forman la trilogía multicultural más importante en la narrativa mexicana. Las dos novelas abordan lo indígena desde una vista mestiza; para retratar la opresión y desigualdad se rehusó siempre al término indigenista, pues sus personajes son construidos con pasiones y deseos.

Así pues, fue precursora de la literatura moderna sobre los pueblos originarios, pero no fue una escritora indigenista. En los cuentos de “Oficio de tinieblas” la narración es más histórica que personal y refleja el vínculo entre raza y violencia en un México rural. Castellanos fue una académica muy importante para el respeto a los derechos de los pueblos originarios, de 1956 a 1957 trabajó en el centro coordinador del Instituto Indigenista de San Cristóbal de las Casas.

Como crítica literaria, Rosario participó en la “Revista Mexicana de Literatura” bajo la dirección de Tomás Segovia en 1958, como parte del comité de colaboradores con Augusto Monterroso, Luis Villoro y Ramón Xirau. Su participación en “Excélsior”, por ejemplo, incluía tanto una reflexión sobre la condición de la mujer en México como una reseña crítica sobre algún autor contemporáneo.

Su trabajo académico siempre fue de la mano con sus ideales sociales, los cuales, en el estilo de escritura dentro de sus ensayos y textos periodísticos está presente la sutileza humorística, la ironía que se hace pasar por contradicciones; una colección importante de su trabajo ensayístico es “Juicios sumarios” (1966) en el que hace una crítica y estudio sobre géneros literarios y autores de México. Definitivamente su obra académica tiene el contenido necesario para estudiar y comprender la literatura del medio siglo.

Rosario Castellanos abrazó, tanto en la literatura como en la academia, su doble condición de “mujer y mexicana, mujer y latinoamericana, mujer y marginada”; no rechazó esta dualidad, en cada poema, ensayo, cuento o novela fue mujer y algo más, entendiendo que las palabras poéticas constituyen el único modo de permanecer en este mundo.— Laura Espejo Torres para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán