El “hiperconsumo” en un mundo desechable

El “hiperconsumo” en un mundo desechable

Eric Fajardo nos confronta con el deseo por lo otro

“Montañas de basura, vertederos infinitos, influencers enriquecidos, acaudalados y, en suma, un panorama contradictorio y desolador: ése es el resultado del consumo extremo contemporáneo para el cual la sociedad y la vida diaria se vuelven desechables, en el que no caben la memoria ni el recuerdo porque el ayer ha desaparecido, y donde el hoy solo es una efímera conexión con el mañana que también se fragiliza porque está condenado a ser reemplazado de inmediato”.

Con este párrafo comenzaba la hoja de sala con la que participó la autora de estas líneas en el reciente proyecto artístico “El ser objetizado-reflexiones sobre la sociedad de consumo” de Eric Fajardo Herrera (Mérida, 1987), artista visual de nueva generación, y cuyo trabajo, desde sus primeras incursiones plásticas, tiene el común denominador de un rasgo pleno de contemporaneidad: la saturación de los sentidos, el consumo desmedido y la banalización de la vida diaria.

El proyecto al que nos hemos referido en el párrafo anterior resultó beneficiario del programa de apoyo a la creación artística de los Fondos Municipales 2018. Sin embargo su preocupación por los temas relacionados con el consumo humano, la salud, el excesivo valor dado a la posesión de los objetos y la saturación contemporánea no es reciente en su producción: desde hace varios años que trabaja proyectos en los cuales ha plasmado diferentes perspectivas de esta des-significación humana paulatina (y hoy día vertiginoso) que transforma al individuo en un objeto de consumo.

Para ello, ha elegido esta vez una técnica mixta de collage y pintura, alianza frecuente en las artes visuales: en su caso particular, el lienzo recibe el objeto de consumo como tal, sin perder su identidad comercial, combinado con la intervención pictórica que cuestiona tal uso, tal consumo, tal exceso.

Con pintura acrílica, óleo y collage, Fajardo combina recortes de revistas con modelos icónicos de la moda, paradigmas del must contemporáneo, objetos tan atractivos como inútiles, slogans, imágenes de almacenes y centros comerciales y otras escenas cotidianas que dejan en evidencia este bombardeo publicitario agresivo a niveles de ofensa. El resultado son piezas artísticas de gran formato que vistas de lejos muestran una composición colorida, expresionista y fuerte, y de cerca revelan esta sobresaturación contemporánea y el origen de los materiales, iconos de un mundo pueril: sus personajes reflejan precisamente las afecciones, las consecuencias y el efecto sobre los individuos, víctimas de ese influjo inconmensurable, convertidos en los contenedores de objetos de enorme banalidad.

Eric explica que su motivación ha partido de la conciencia que desde mediados del siglo XX el consumismo a través de los medios masivos (impresos, audiovisuales y auditivos) ha logrado impregnar de tal manera la mentalidad colectiva con falsos ideales de belleza, felicidad y otras banalidades “que tergiversan nuestra identidad como seres humanos”. Adicionalmente, señala, en la actualidad los medios de comunicación digitales “… han agravado aún más el bombardeo publicitario sobre las nuevas generaciones estableciendo una realidad social completamente sesgada, convirtiéndonos en esclavos, adictos e insaciables de los objetos e iconos de consumo”.

Escribe en el periódico “El País” Adela Cortina —quien es uno de los referentes mundiales en ética y filosofía jurídica, catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia desde 1987 y miembro de la Real Academia española de Ciencias Morales y Políticas—, que cualquier estudio serio sobre las motivaciones del consumo aprecia que el afán de emulación sigue siendo un impulso poderoso, “… solo que ahora no se trata únicamente de imitar a una clase ociosa, sino también de imitar a cantantes, deportistas, gentes de la prensa del corazón, gente famosa. Consumir lo que ellos consumen, incluso lo que consume el vecino, es un deseo que puede llevar aparejado un sentimiento de injusticia: si él lo tiene, ¿por qué no yo? Y entonces el deseo de consumir se convierte en un derecho que se reclama como exigencia de igualdad”.

“Consumo, luego existo” ha escrito Cortina también. Es decir, la apuesta comercial contemporánea se dirige como mercado meta a la angustia existencial del individuo: “Soy lo que puedo consumir y si no consumo no soy”. En suma, hay que aprender a ver la realidad, y una de estas miradas sin concesiones es la de Eric Fajardo en su más reciente trabajo artístico.— María Teresa Mézquita Méndez para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán