Escuela Mexicana de Pintura

Sala 11 bis
Terminada la lucha armada conocida como la Revolución Mexicana de 1910, fue inminente la reconstrucción y pacificación del país, trabajo que el entonces presidente electo General Álvaro Obregón, en el año 1920, encomendó a José Vasconcelos al nombrarlo como Secretario de Educación Pública. Sin embargo, José Vasconcelos, intelectual reconocido y respetado, se enfrentó al problema de cómo educar a un pueblo cuya gran mayoría de las personas era analfabeta; la respuesta la encontró en el arte, ya que éste aportaba una serie de cualidades que lo hacían una vía idónea para esa labor de restauración de la identidad y afirmación de la doctrina de la revolución.
 
Es así como nació en México el primer movimiento latinoamericano de arte, contrario a los dictados de un academicismo ya obsoleto: “el muralismo”. Esta corriente, que abarcó prácticamente medio siglo, de 1920 a 1970, fue una respuesta que puso al arte y la cultura al servicio de la sociedad y del gobierno revolucionario mediante el trabajo en los muros de varios edificios públicos para plasmar sus ideales, señalar y denunciar a los explotadores del pueblo trabajador, de los campesinos y los obreros. En estos trabajos destacan artistas como: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Pablo O’Higgins.
 
Paralelo al movimiento muralista surge otro en la pintura de caballete, que agrupó artistas que coincidían en muchos de los intereses del propio muralismo, conocido como la Escuela Mexicana de Pintura y Escultura. El término ha sido producto de la necesidad analítica de historiadores y críticos por referirse a una etapa específica de la producción plástica de los artistas nacionales y extranjeros que trabajaron en México desde los años veinte hasta fines de la primera mitad del siglo XX, con secuelas posteriores. Esta corriente buscó crear conciencia social de nuestra identidad así como el entender la grandeza de las culturas mesoamericanas a través de la representación y continuidad de la tradición de la pintura costumbrista y de paisaje, pero que, influenciados por los movimientos sociales armados como la propia Revolución Mexicana de 1910, buscó enaltecer un nacionalismo o, para decirlo mejor, un meso-americanismo que se defendía ante las posturas internacionalistas que surgían como vanguardias de la posguerra venidas de los países imperialistas o de las grandes potencias.
 
La mayoría de los pintores de esta época se vieron inmersos en el muralismo, aunque nunca abandonaron la obra de caballete. En sus creaciones, utilizaron elementos y alegorías que reflejaban lo que ellos consideraban la “esencia de la nacionalidad”, como la asimilación de la historia prehispánica y la inclusión de elementos propios del arte popular, conformando así una meta común que permite considerar este período como uno de los más importantes en la historia del arte nacional, considerado como el “Renacimiento mexicano”.
 
En ese sentido, las once obras aquí exhibidas son una síntesis de ese período de la historia plástica mexicana; las piezas provienen de las colecciones Acervo Patrimonial y Pago en Especie, en custodia de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y testimonian el interés y compromiso de sus creadores hacia una nación igualitaria, lo que nos aproxima con sentido crítico a la historia del México moderno a través de la experiencia estética.
 
Rafael Alfonso Pérez y Pérez

Acerca de Colectiva Escuela Mexicana de Pintura

Angelina Beloff, Raúl Anguiano, José Chávez Morado, Fernando Castro Pacheco, Lola Cueto, Rina Lazo, Amador Lugo, Roberto Montenegro, Gustavo Montoya, José Reyes Meza, Diego Rivera

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