Hace algún tiempo que Alba Rojo se encuentra empeñada en la búsqueda de un orden puro a través de los objetos sensibles que crea. Estos objetos son esculturas de metal, cartón o madera, realizadas en dimensiones que oscilan entre unos cuantos centímetros y varios metros de altura. En ellas se materializa una idea, o más exactamente el juego combinatorio de una idea, que es la ruptura del plano geométrico o la transformación de un espacio de dos dimensiones en uno de tres.
Independientemente de la escala y las cualidades matéricas de la escultura de Alba Rojo, en todas ellas se aprecian valores esenciales de la precisión y el ritmo. La primera deriva de las operaciones matemáticas previas requeridas para dar cuerpo a las secuencias y series formales (generalmente a base de figuras primarias como cuadrados y triángulos) de los que se componen las obras, mientras que el segundo se despliega en el espacio a través de la armoniosa repetición de superficies coloridas y texturas.
En las variaciones de obra en obra, e incluso en los diversos juegos de luces y sombras que ofrece cada escultura de acuerdo con la perspectiva que adopte el espectador, nos asombra la versatilidad de esta idea materializada. En esta búsqueda de Alba Rojo, que bien podríamos llamar clásica, quedan manifiestas una vez más las infinitas posibilidades de despliegue del orden que llamamos belleza.
Ángel Miquel