Artista yucateca que rompió paradigmas: sobre la pintora y poeta Carmela Duarte García

Artista yucateca que rompió paradigmas: sobre la pintora y poeta Carmela Duarte García

El paso del tiempo provoca que la vida y obra de algunos personajes, sin importar su profesión o legado, queden relegadas al olvido sin oportunidad para las nuevas generaciones de valorar las aportaciones que realizaron para construir una sociedad más próspera y equitativa.

El papel de la figura femenina paulatinamente consigue el reconocimiento y trascendencia de su labor profesional en diversos campos. En el caso particular del arte de Yucatán, existen eslabones que se están uniendo y fortalecen la cadena que mantiene sujetas a la tradición y el avance hacia la modernidad de los lenguajes de expresión que a diario permean la esencia del ser humano y lo enlazan a nuevos mundos.

La curiosidad y voluntad de la licenciada en Historia Luz María Vázquez ha permitido que actualmente emerja del olvido la vida de una mujer que rompió estereotipos durante el Porfiriato, época en la que los cánones establecidos por los intelectuales dictaban que el género femenino debía atenerse a ser buenas hijas, esposas y madres. Me refiero a la pintora y poeta yucateca Carmela Duarte García.

En 2012, Luz María (quien estaba por concluir sus estudios de nivel superior) escuchó la historia de una mujer que a finales del siglo XIX viajó sola a Roma a estudiar arte, algo prácticamente imposible en el período en que vivió. De Carmela Duarte no había más información, motivo por el cual emprendió una investigación que sirvió como tesis de titulación y en la actualidad tiene el visto bueno de la Secretaría de la Cultura y las Artes del Estado para su impresión.

Empleando el método de la “nueva biografía histórica”, basado en el uso de borradores, diarios, apuntes y correspondencia, Luz María visitó el Archivo del Estado de Yucatán, el Archivo General de la Nación, el de la Secretaría de la Defensa Nacional y el Archivo de Relaciones Exteriores. Pero el rompecabezas pudo completarse gracias al apoyo de la familia Zuckermann, quienes dieron acceso a la documentación personal y los cuadros de la artista.

De esta manera, ahora sabemos que Carmela nació en Mérida en 1866, siendo hija de don Anselmo Duarte de Ruela y doña Isabel García y Virgilio, familia acomodada que se dedicaba a la plantación de la caña de azúcar. Al fallecer su padre ella tenía 13 años, quedó bajo el amparo de sus medio hermanos, los Duarte Zavalegui, destacados visionarios que modernizaron la industria cañera del sur de la entidad.

Se tiene noción que dos de sus principales metas eran profesionalizarse en Europa y fundar un museo en su ciudad natal. Con el permiso de sus familiares y el respaldo del obispo de Yucatán, don Crescencio Carrillo y Ancona, llegó a Roma en 1890, bajo la tutela del camarista del Papa, don Enrique Angelini. Éste, a su vez, le consiguió como maestro a uno de los grandes pintores de la época, Cesare Mariani. Al participar en diversas academias, mostró inclinación por el retrato y el óleo, teniendo registro de obras sobre personalidades como Porfirio Díaz y su esposa, Carmen Romero Rubio; familiares, amigos y autorretratos de Carmela.

Después de cinco años de estancia, se quedó sin la manutención del gobierno porfirista. Con cien pesos regresó decepcionada a Mérida y, aunque no abrió un museo como había contemplado, en su casa realizó una exposición de cuadros durante tres días. Impartió clases de dibujo en el Instituto Literario para Niñas y solicitó a Carmen Romero Rubio un puesto honorífico en la Academia de San Carlos, el cual le fue negado.

Poco después conoció al austrohúngaro Alberto Zuckermann, con quien contrajo nupcias; ella tenía 32 años y él, 31. Después de emigrar a Berlín, dejó la pintura y se dedicó a ser madre, procreando cuatro hijos: Alberto, Conrado, Rosita y Félix.

A su retorno al país y después de solicitar un cargo diplomático para su marido, vivió en diversas ciudades de Estados Unidos y en Guatemala. Al pasar la Revolución Mexicana comenzó a escribir poemas en los que retrató el país que estaba viviendo durante el período de recuperación. Su escritura fue un espacio de liberación y redefinición que permite tener una visión de la mujer porfiriana dejando de lado los estereotipos.

La vida y obra de Carmela Duarte García nos demuestra que, a pesar de las adversidades que se nos presentan en el trayecto, siempre es posible realizar lo que deseamos si tenemos la firme convicción de contribuir a un fin positivo. Ella siempre tuvo un gran amor a su patria, a la cual le entregó su dedicación como madre, esposa, pintora y poeta. Rompió tres paradigmas: primero buscó una instrucción profesionalizada, vivió sola en Europa y, finalmente, se casó a los 32 años, cuando el rango en esa época era entre los 17 y 25 años.

Recientemente, en el programa Punto de Encuentro de la Fundación Cultural Macay se realizó una breve muestra de nueve reproducciones fotográficas de las pinturas de la artista, acompañadas de un poema que realizó en Berlín, a principios del siglo XX.

Ésta es la primera ocasión que su legado se expone oficialmente en un museo. Personajes como Carmela Duarte impulsan a otras mujeres como Luz María Vázquez a defender su derecho a tener las mismas oportunidades para sobresalir en lo que más las apasiona. Sin importar las barreras del tiempo y el espacio, los eslabones se están soldando y la cadena no se romperá con el primer embate del huracán.— Gibrán Román Canto para “El Macay en la cultura”

Fuentes: Diario de Yucatán